La
llama nunca mantiene su forma, agota la vista depositando calcinantes colores
en la mirada. Crea sombras en la oscuridad corroída de las paredes. Luz tenue,
fatua, alterada en su crecimiento, caliente hasta el extremo de rasgar la piel
de quien la mire, de tragar lo que se aproxime a su fuego. Su gran artificio es
la belleza, que invita a tocar el imposible. Ante tanto fuego los metales
endebles se retuercen en arabescas posiciones, generando chispeantes
conversaciones metálicas donde se cuecen los elementos. Es el fuego, definiendo
las direcciones de sus llamas, iniciándose en el temblor de las cenizas.
Creación
e Interpretación: Flakorojas (José Antonio Rojas)
(1998)
Fotografías: Raúl Corredor (En construcción)